Se oscurece el tiempo del sol
bravío, el tiempo del estival
estío que adormece al tiempo
en sus estambres. Atardece
el verano en el pico de unos ojos
verdes, y anocheciendo más temprano
que tarde, volará el verano como un destello
fugaz de arena y locos senos, cuarteados
por un sol juicioso devorador de carne.
Así habrá de ser todo, y obrará una vez más la Diosa
madre, para que los manjares ahora muertos
de los secos árboles, los pasos en el mundo
nublen por completo, desde lo profundo
hasta lo concreto, sobre el tiempo en el tiempo,
amamantando con hambre, el hambre, del otoño,
recién parido, iracundo y hueco.