A veces

A veces tengo miedo de amarte demasiado.
De dejarme llevar y perder todas las nociones
temporales y salubres de mí acorazada defensa.
Sin embargo te amo, asumiendo todas las consecuencias
que conlleva el ejercicio de amarte. Te amo y no tengo miedo en revelarte
tórridas confidencias, excesos y adicciones, dudas y certezas -crisis existenciales incluidas-. Te amo sin pensar en el peligro que corre mi vida al hacerlo: Te amo fundamentalmente, porque me entiendes desde mi singular conflicto con el mundo, hasta la más elevada de las cumbres de mi “intelecto”. Por eso te amo. Y te amo así, ahora, de repente, en mi pequeño parnaso de bolsillo y en tus esplendidos edenes de niña eterna y madre perenne. Te amo, y te amo con la misma fuerza con la que uno no deja de extrañar lo más querido y ausente. Con el mismo fervor que lleva a algunos locos audaces a desafiar a su propia muerte. Y te amo, así, sin más, porque no conozco mejor manera de quererte.