Demasiado lejos de nosotros mismos
como para abrazarse el uno al otro,
como para acercarnos el uno al otro
y reconocernos en esa distancia corta.
Demasiado lejos de ti -yo- como para acostarme
solo, en una habitación rentada por una sola noche,
entre los pasajes fantasmales del recuerdo,
compilados todos a uno en una botella de vodka.
Demasiado lejos de mi -tú- como para besarme
en todos los labios del mundo, y quedar sin cargo
de conciencia, o como para llamarme con otro nombre
mientras te sujetas el pelo y te mantienes despierta.
Y sin embargo… Sin embargo tan cerca el uno del otro cuando nos tropezamos
a diario por la calle, y nos inmiscuimos en una conversación
prospera y fluida; con dimes y diretes, con literatura
y estacionamientos largos en el parking,
observándonos con cara de beso,
durante ese exquisito silencio, que se abre ante nosotros,
y que nunca se atreven a cruzar nuestras bocas,
por quererse demasiado lejos.
Duele, pero igualmente hermoso.
No duele, Veva 😉